Nervios cada vez que se acerca la fecha del vuelo. Ir al baño constantemente, antes de salir de casa, en el aeropuerto, incluso en el avión. Sentarse al lado del pasillo para no ver la ventana. Sentir que la ansiedad invade tu cuerpo, e incluso tiembla algunas veces, especialmente en las turbulencias. Esa era mi realidad hasta hace un par de años cada vez que viajaba en avión.
¿Te has sentido de esa forma alguna vez? ¿Tienes miedo a volar?
Si es así y has intentado de mil maneras calmarte pero nada te funciona, quiero decirte que SI es posible transformar ese miedo. Yo sufría antes y durante cada vuelo, ahora lo disfruto. Me siento al lado de la ventana, me emociona mirar el paisaje, no tengo urgencias de ir al baño y mi cuerpo está tranquilo. Es posible y te comparto mi experiencia de cómo lo logré. Espero que te sirva y que disfrutes tu próximo viaje en avión.
La era del miedo
No sé en qué momento me surgió pánico al avión. He viajado desde muy pequeña y tengo vagos recuerdos de estar feliz volando entre 4 y 7 años. En los 80 viajaba en bus con mi madre y hermano a Arequipa, y le pedíamos regresar en avión porque las carreteras eran horribles en aquella época. No pasaba mal esos vuelos, a excepción de los oídos tapados. Pero a los 9 años, cuando fui a España con mi familia, ya recuerdo sentir miedo. Hasta los 42 años todos mis vuelos fueron un sufrimiento. Yo prefería el bus, mil veces, no importa si eran horas de horas, mi cuerpo se sentía mucho más a salvo allí. Llegué a viajar desde Lima a Buenos Aires por tierra para evitar el avión. Fue el viaje directo en bus más largo que he realizado, casi 4 días, y fue bastante incómodo.
Por décadas, intenté de todo, como meditar, respirar, contar, tomar pastillas para dormir, tomar vino, lo que sea para “calmarme”. Pero nada funcionaba. Pensé que necesitaba una terapia de hipnosis para entender cuándo y cómo se originó. Mi miedo era que se caiga y obviamente la muerte. Sabía que el avión es mucho más seguro, en términos de probabilidades, respecto al bus, pero ese razonamiento lógico no podía influir casi nada en cómo reaccionaba mi cuerpo, mis emociones, y menos a mi mente que me llevaba a los escenarios más trágicos. Por momentos cortos lograba “calmarme” y volvía el miedo a apoderarse de mí con una pequeña turbulencia.
La raíz del cambio
Recién el 2022 comencé a volar tranquila. ¿Qué hice diferente? Pues a finales del 2021 empecé a cambiar de mentalidad, gracias a Coral Mujaes, mi gran mentora. Me enseñó cómo funcionaba mi cerebro y recién entonces empecé a comprender mejor por qué actuaba de ciertas maneras, a pesar que conscientemente no quería hacerlo. Pero lo más importante: me mostró que todo cambio es posible, no importa la edad ni lo complicado que sea el problema. Plantó una semilla en mí, la creencia que sí podía cambiar los comportamientos que quisiera cambiar.
«Suavitel», el primer cambio
Implementé lo más sencillo, cambiar la forma de hablar a los demás y a mi misma, sobre mi miedo al avión. Siempre decía “me muero de miedo de viajar en avión”, “yo sufro horrible en los vuelos”. Lo cambié con “suavitel” como dice Coral, que se refiere a usar palabras que bajen la intensidad de la emoción.
Cambie a decirme: “está bien, tengo un poco de miedo de viajar en avión y es normal, no pasa nada”. Lo aceptaba y ya no me juzgaba por tenerlo. Solía sentirme mal porque viajaba bastante y me preguntaba ¿cómo es posible que siga teniendo miedo? Además no conocía a nadie que tuviera ese miedo salvo mi abuelita, y lo veía como algo anormal.
Con ese pequeño cambio de «suavitel» en mi vocabulario, noté que bajaba la intensidad de la ansiedad. Ya no iba al baño tan seguido y disfrutaba del vuelo durante más tiempo.
El cambio radical
Luego comencé a hablarle a mi mente, y eso fue un cambio radical. Sentí el efecto de calmar mi cuerpo en ese momento.
Cada vez que venía un pensamiento como “esto suena raro”, “el avión se está moviendo mucho”, “hay muchas nubes” “puede caerse”, o empezaba a sentir los nervios en mi cuerpo, le decía a mi mente:
“ok mentecita, está bien, es normal que me traigas estos pensamientos, de que se puede caer, que algo está mal, porque si existe una probabilidad muy pequeña que suceda. Pero hay un 99% de probabilidades que todo salga bien. Vamos a enfocarnos en ese 99%, vamos a leer algo, vamos a ver el paisaje, etc”.
Y después de hablarle a mi mente, sentía que ya no se disparaban los nervios. El cuerpo volvía a estar y mantenerse tranquilo.
Fue un trabajo constante de hablar con cariño a mi mente, no discutirle y re enfocarla. Solo cuando separe a mi mente de mi, vi el cambio.
Desaparecen los nervios y la sensación de miedo pero no los pensamientos
Hasta ahora, mi mente sigue disparando esos pensamientos. No desaparecen, surgen con menos frecuencia, pero lo importante es que puedo cambiarlos tranquilamente sin esa sensación de nervios y ansiedad que antes recorría todo mi cuerpo. Es increíble la tranquilidad con que viajo en avión, algo que nunca antes había experimentado.
Preparándome para la turbulencia
Cada vez que se activaba la luz de cinturones de seguridad, o el piloto avisaba que pasaríamos por una zona de bastante turbulencia, sufría horrible.
Para cambiarlo, preparo a mi mente. Me digo, “ok vamos a sentir bastante movimiento. Mentecita, es normal si piensas que algo esta mal, pero quien conoce más son la tripulación, así que vamos a confiar en ellos, si dicen que todo esta bien, es así.”
Así le hablo, cada vez que viene un pensamiento de «algo malo que puede suceder».
La prueba de fuego
El 2022 viajé a la selva en un avión pequeño, de aquellos que utilizan hélices y sus filas tienen solo 2 asientos. No vuelan muy alto y las turbulencias se sienten más. El pilotó pidió a la tripulación sentarse por que pasaríamos una zona de turbulencia. Y tuvo razón, se movió bastante y yo estaba increíblemente tranquila. No podía creerlo, ni mi novio que estaba a mi lado, porque sintió fuerte turbulencia y se sorprendió de mi tranquilidad.
Cuando escuché el aviso del piloto, mi mente rápidamente me dijo peligro, va ser horrible. Y le hablé:
«mentecita, ok te entiendo. Sí, se va mover bastante pero enfoquémonos en las mayores probabilidades, todo ok y vamos a imaginar que estamos en una pista llena de huecos».
Otra prueba de fuego fue en el 2023. Viajaba sola a Tarapoto y el avión no pudo aterrizar en 3 intentos y regresamos a Lima. La niebla estaba bajísima, el avión bajaba y de pronto volvía a subir con fuerza por falta de visibilidad. Yo tranquila. Antes, estaría llena de nervios y temblando.
Separar a la mente y darle la razón
Aunque parezca ilógico, hablarle a la mente como si fuera un ente separado de mi, funciona. Al principio le decía en voz bajita, para no parecer loca, ahora le hablo mentalmente.
Darle la razón a los pensamientos que me envía, también ha sido fundamental. Antes me decía “Indira, tranquila, cálmate, todo está bien, los viajes en avión son muy seguros” pero seguía la ansiedad y los nervios. El cuerpo no hacia caso a mis órdenes de “calmarme» porque no creía lo que le decía. Ahora que no niego los pensamientos de la mente, y le doy la razón, la mente se deja dirigir y mi cuerpo hace caso, cree lo que le digo.
Espero, de todo corazón, que te sirva este post. He vivido el miedo a volar en avión por décadas y no se lo deseo a nadie. Ahora que estoy del otro lado, quiero que mi experiencia sirva a todos aquellos que sufren los vuelos y puedan transformarlo como yo lo hice.
Sé que pueden venir nuevos retos en los viajes en avión. Nuevas circunstancias que no he vivido y que quieran despertar nuevamente ese miedo en el cuerpo, pero estoy segura que estas herramientas me ayudarán a transformarlo, o tal vez me obliguen a descubrir nuevas formas. Si es así, volveré a contarles cómo lo enfrenté.
Que tengan vuelos placenteros y muchos viajes que transformen la visión del mundo en que vivimos.
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